La naturaleza siempre ha creado materia orgánica para retroalimentarse; es un ciclo que viene desde el origen de la vida en la Tierra. Si observamos la selva amazónica y los bosques nos daremos cuenta que todo vive y crece sobre un suelo que ellos mismos han ido creando a lo largo del tiempo gracias a procesos de descomposición generados por microorganismos, los cuales son el origen del suelo en el que se desarrolla la vida.
La mayoría de las personas no somos conscientes de la importancia de estos procesos de degradación para la supervivencia de las plantas e incluso de otras especies, incluida la del ser humano. Actualmente la sociedad está poniendo en gran riesgo estos procesos de retroalimentación y el aumento de fertilidad en la tierra ya que la mayoría de la materia orgánica convertida en alimentos es consumida a miles de kilómetros de su lugar de origen y los restos orgánicos, tras su consumo, no logran integrarse en el ciclo vital sino que van a parar a vertederos de basura o incineradores. Esto es relevante considerando que, según zonas geográficas, estos restos suelen rondar entre el 40% y el 50% del contenido de las bolsas de basura.

En casa o departamento podemos compostar con una maceta de arcilla.
Una buena forma hacer frente a este problema y nuevamente restablecer este ciclo vital es compostando nuestros residuos orgánicos. El compost es un abono orgánico generado por un proceso de descomposición aeróbica –con oxígeno– de la materia orgánica mediante vida microbiana. Al igual que sucede en la tierra, en el compost se multiplican infinidad de poblaciones microbianas, dada la abundante materia orgánica y estas últimas –bacterias, actinomicetos, hongos– se encargan del 95% de la actividad descomponedora. Es decir, nosotros no hacemos el compost, solo creamos las condiciones necesarias o el hábitat en el que se desarrollan los microorganismos descomponedores, tomando los patrones observados que se encuentran en la degradación de la materia orgánica en selvas y bosques. El compost mejora la tierra: le da una textura y estructura apropiada a los suelos, potencia la capacidad de retención y drenaje del agua, y le da nutrientes a las plantas. Por lo tanto, podemos usarlo para alimentar las plantas de nuestro jardín, del vecino, del parque o de algún conocido o desconocido. Lo podemos regalar o poner en macetas. Podemos sembrar plantas medicinales, flores, hortalizas, etc.

Por medio del compostaje, tus residuos orgánicos se convierten en un abono natural.
El compostaje es una práctica que puede realizarse en cualquier casa o departamento y que trae grandes beneficios. Solo se necesita habilitar un espacio en un jardín, balcón, techo o cualquier espacio bien ventilado dentro de casa. Además, el proceso nos enseña sobre el origen de la vida y los ecosistemas, lo cual puede resultar en una experiencia muy enriquecedora para el ser humano. También nos mantiene en contacto directo con la tierra ayudándonos a entender cómo funciona.
¡El cambio está en nuestros manos y empieza desde tu hogar!
Texto escrito por Gonzalo León.
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Bibliografía
Bueno, M. (2007). Manual para horticultores ecológicos. Navarra: La Fertilidad de la Tierra Ediciones.
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